Las nuevas generaciones aspiran a que las empresas contribuyan a un mundo mejor, y sus decisiones de compra pueden depender de la percepción de la reputación.
En este sentido, el papel del CEO de una organización se hace cada vez más importante. Y esto, no se debe únicamente al legado sino a que se convierte en un actor clave en la generación de confianza y en humanizar los mensajes.
Esto hace necesaria su visibilidad y actividad pública, tanto en los medios de comunicación como en los medios propios, ya sean estos la web de la compañía, sus redes sociales o blog.
Nos estamos refiriendo a un CEO activo, el cual tome posicionamiento en cuestiones que van más allá de las vinculadas directamente a la actividad del negocio. Un CEO activo y activista, que participe en los temas que afectan a la sociedad, de la cual surge esta demanda de actividad por parte de las empresas y sus directivos.
De esta manera, el CEO, personaliza el mensaje y persigue la constitución del bien comunicacional intangible, de corte reputacional, con valores cognitivos y emocionales.
Así, esta triple relación entre identidad, consumo emocional y valores corporativos representa una oportunidad de innovación y transformación social.
Y aquí es donde pueden entrar en juego las redes sociales, ya que esa personalización del mensaje puede hacerse palpable en las plataformas utilizadas por el CEO, donde el público en general puede acceder a esa esfera “más personal” y humanizada del mismo, a través de sus publicaciones, stories e incluso listas de reproducción en Spotify.
Las tendencias apuntan a que la empresa que antes incorpore un giro cívico y la innovación social a la gestión podrá reformular su estrategia corporativa y ganarse el derecho a ser escuchada en la sociedad digital y el CEO es quien da la cara ante estos valores corporativos, encarnándolos en su comportamiento, actuaciones, declaraciones y gestión; lo cual por tanto, debe partir también de una decisión personal y asumir ciertos riesgos.
Por tanto, tomar esta decisión requiere desarrollar acciones que procuren calcular esos riesgos para la marca y nos permitan estar prevenidos ante posibles crisis en la reputación.
Otra de las cosas a tener en cuenta en este tipo de estrategias es que no se trata de un activismo por moda, sino de un compromiso real que además debe de estar alineado con los valores de la organización y materializarse en resultados reales y creíbles.
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